Introducción Apenas nada puede hallarse en las fuentes literarias antiguas, ni en los testimonios epigráficos, acerca de la organización, administración, evolución y reestructuración de los santuarios ibéricos e íberoromanos, de sus cultos y prácticas votivas, de modo que solo con metodología arqueológica, con el análisis de los datos procedentes de los contextos materiales de estos lugares de culto, es posible acercarnos, con evidente dificultad, al universo de las creencias de los íberos, a su organización espacial, a sus ritos y a su liturgia, a sus conexiones con la vida social y política, a su expresión en los ámbitos público y privado; es lo mismo que ocurre en otras muchas religiones antiguas donde, si bien es posible reconocer su carácter ritualista, los gestos rituales cotidianos son desconocidos en detalle (Scheid 2000: 615). La mayor parte de las veces el dato material se muestra escurridizo, incomprensible por su propianaturaleza y desubicación estratigráfica, lo que dificulta e impide a menudo por completo los análisis de distribución espacial y las dataciones precisas de los objetos votivos; en consecuencia, la posibilidad de enlazarlos cronológica e ideológicamente con las transformaciones arquitectónicas y las prácticas votivas y rituales que se aprecian en algunos santuarios ibéricos, donde los cambios en el registro estratigráfico son coincidentes con el inicio y con las sucesivas etapas de lenta y progresiva inmersión en la cultura romana.[1]